LA ESCUELA EN CONTEXTO DE ENCIERRO
La educación en cárceles: una llave a la libertad
Diana Rupani, exdirectora de la escuela primaria de la Unidad Penal N°5 de Victoria, Entre Ríos, sueña con una educación digna para los internos.
Por: Marina Benvenuto.
La maestra ingresó en el penal por una necesidad económica. Sus padres fallecieron cuando ella era joven y se quedó con su tío. Crédito: Rupani.
Diana Rupani recuerda sonriendo su primer día como maestra en la Escuela Primaria “Roberto Payró”, en la Unidad Penal N°5 “Gobernador Ramón Febre”, situada en Victoria, Entre Ríos. Llegó en colectivo desde su ciudad natal Nogoyá, a 45 kilometros del establecimiento penitenciario, donde los internos la esperaban bañados y arreglados, listos para la “ocasión especial”. “Cuando los vi, todos los miedos y los prejuicios que pude haber tenido se fueron”, asegura, “no me arrepiento en absoluto”.
“Cuando vi a los internos, todos los miedos y los prejuicios que pude haber tenido se fueron”.
Convertirse en directora de la escuela no fue nada fácil. “Era todo un descontrol, y lo sigue siendo. Sufrí mucho", explica. "Obtener el título oficial como docente en contexto de encierro fue un proceso agotador”, expone Rupani debido a la poca atención que el Estado presta a la formación de docentes en cárceles. La maestra denuncia que los maestros mantienen la escuela: “El Gobierno no nos da ni para útiles escolares". Pero la lucha contra las autoridades del Servicio Penitenciario es aún más frustrante. Según la docente, ellos consideran a las cárceles “depósitos de personas indeseables”. Hay una única aula para todos los alumnos que se usa para otras actividades. Es “un milagro de Dios” encontrarla en condiciones para el momento de clase. Cuando un interno va al calabozo por mala conducta, en donde no tiene contacto con nadie, también pierde las clases. Esto dificulta el aprendizaje continuo y vulnera el derecho a la educación.
“La gente dice que viven en hoteles y que los mantienen ellos. No, no los mantenemos y si lo hacemos lo hacemos mal, o la plata se pierde en el camino. Vos tenés que estar ahí dentro para saber cómo viven”, declara la docente. Crédito: Rupani.
En marzo de 2019, Rupani tocó fondo cuando discute fuertemente con el director del penal. Paralelamente, descubre que padece de ansiedad generalizada. Es entonces cuando decide priorizar su salud y tomarse una licencia que todavía continúa.
Un tropezón no es caída
Rupani admite no perder las esperanzas de algún día ocupar el cargo de coordinadora y cambiar la educación de personas privadas de la libertad. La exdirectora explica que esta es sumamente importante ya que se enseñan valores, fundamentales para poder vivir en sociedad: “Una mañana uno de los reclusos estaba mal. Había que contener, había que aconsejar, hablar de Dios, y hablar de valores, hablar de otras cosas antes que saber la tabla del 9”. María Zeballos, colega de Rupani en la escuela, agrega que para los internos las clases son como el “aire fresco”. La clave es generar una relación de respeto entre docentes y alumnos, donde se generen vínculos. Cuando el padre de la exdirectora murió, ella se sintió contenida por los internos: “Me hicieron un portarretrato a mano para que pusiera una foto”. También, la llaman al teléfono de su casa para saludarla por Año Nuevo y Navidad. Rupani y Zeballos confirman jamás haber tenido conflictos con los internos.
Los internos esperan con ansias las fechas especiales. Hay actos de fin de año donde se entregan los diplomas y los dejan invitar a un familiar. También, se festejan fechas patrias como el 25 de mayo. Crédito: Rupani.
Las clases se dictan por pabellones, determinados por la conducta de los internos. ¿Qué pasa cuando le toca al pabellón 2, pabellón compuesto por violadores, asesinos de mujeres y vendedores de droga? ¿Cómo se llega a ese nivel personal con personas que no en vano están privadas de su libertad? Solo personajes como Rupani, capaces de adiestrar la mente y dejar los prejuicios de lado, entran en acción. En momento de clase, la exdirectora remarca: “Yo soy la maestra y ellos los alumnos”.
Muchas personas de Entre Ríos acusan a Rupani de defender el delito: ella insiste en que no lo defiende. Es fiel creyente de que, a través de una educación digna y necesaria, hay internos que pueden modificar conductas y ser reinsertados en la sociedad, sin volver a cometer crímenes. “Me preocupa mucho, me duele”, expresa la exdirectora frente a las injusticias que la educación en el contexto de encierro experimenta. “Es muy difícil explicar lo que siento, porque yo tuve una cercanía con ellos (los reclusos), un vínculo muy especial, pocas personas lo pueden entender”.
Rupani admira a los maestros que trabajan en cárceles. Admite que es frustrante cómo se entregan premios al Maestro Ilustre a cualquier rubro en la docencia, pero a ellos nadie los reconoce. En Entre Ríos tampoco se les paga un sueldo mayor por trabajo riesgoso, a diferencia de como pasa en Santa Fe o la ciudad de Buenos Aires. Crédito: Rupani.
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